La otra izquierda.
Nicmer N.
Evans
@NicmerEvans
@EvansNicmer
evansnicmer.blogspot.com
Pensar que los Borgia son la
referencia de cómo hacer política aún hoy, es darle un mérito insostenible a mi
muy respetado Nicolás Maquiavelo, pero peor aún es pensarlo y ponerlo en
práctica desde la izquierda latinoamericana.
El actual pensamiento
occidental de la derecha y la izquierda, no ayuda a explicar la lucha que vive
el pueblo aún oprimido por castas, oligarquías, neocastas y neoligarquías, que
al final oprimen al honesto, aquel que vive de su trabajo. Hoy decir “corrupto”
lamentablemente no diferencia entre izquierda y derecha, y ser honesto tampoco
hace diferencia en la práctica concreta. Eso podemos palparlo crudamente hoy en
Venezuela cuando es imposible tapar, como en la IV , los corruptos que pintados de rojos y
chavistas, se daban y aún se dan golpes de pecho en nombre de la revolución, aquellos
que señalaron y señalan a gente honesta como V columnas, y al poco tiempo no
pueden ocultar el dinero y los bienes obtenidos fraudulentamente.
Esa situación antes descrita
no niega a la izquierda y la derecha con sus matices, lo único que pretendo
ante tal fotografía es preguntarme ¿Es entonces lógico hoy seguir reivindicando
un proyecto político de izquierda? Para de inmediato responder: Si. La
diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha, es que el pensamiento
de derecha se basa en la acumulación de capital, con base en el individualismo
como base de las relaciones sociales mientras que la izquierda se basa en la
justa valoración del trabajo y privilegia lo colectivo respetando la
individualidad y el sujeto como base de las relaciones sociales.
En este sentido, todo
esfuerzo que se haga por la honestidad del trabajo, su justa valoración y
estímulo siempre contará con el apoyo de quien produce, de quien trabaja, y de
quien ha aprendido a vivir honestamente de su trabajo. Es por lo anterior que
hoy más que nunca, en nuestro país necesitamos reivindicar lo honesto, y la
política ética, además de la ética política. Debemos desmitificar que lo
correcto en política es mentir y robar en nombre del pueblo o de un proyecto
político. En lo personal necesito desmarcarme de esto, y por el contrario reivindicar
que estamos viviendo una nueva época, donde la política cada vez se hace menos
a la fuerza, y no es tampoco la vieja persuasión y la seducción moderna, sino
la racionalidad y capacidad de movilización de las voluntades en torno a
valores lo que empieza a predominar en la nueva palestra política en la era de
las redes sociales y de la democratización de la información y el conocimiento,
sin límite más allá de lo esencialmente humano.
De la vieja izquierda
venezolana, una parte se quedó viviendo bajo el efecto del síndrome de
Estocolmo con sus cancerberos de la
IV , otra parte decidió avanzar junto a Chávez en la esperanza
de algo nuevo: algunos erraron el camino, otros se retiraron impotentes, otros
pocos siguen luchando, pero también hay otra izquierda, la indignada pero no
paralizada, la que tiene propuestas pero no quiere imponerlas, quiere
democratizarlas, una izquierda que asume que todos los honestos pueden trabajar
juntos por el país más allá de las sanas y necesarias diferencias ideológicas
que alimentan la democracia participativa y protagónica, desde una perspectiva
socioconstruccionista.
La otra izquierda existe, en
los movimientos de mujeres, en los grupos y colectivos sexodiversos, entre los
trabajadores, los jóvenes, nuestros indígenas, entre nuestros afrodescendientes
y eurodescendientes, entre nuestros productores, campesinos, los honestos, los
emprendedores, la clase media, los más pobres y en cada espacio donde hay ganas
de hacer cosas con honestidad. Dónde no está la otra izquierda es: entre los
corruptos, los banqueros, los especuladores, los políticos stalinistas o
fascistas, los explotadores, los individualistas.
Es hora de que la otra
izquierda, los de abajo, se pongan de pie ante las oligarquías y neoligarquías,
porque a la derecha ni para agarrar impulso.
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