El cinismo de las cúpulas
Nicmer N. Evans
evansnicmer.blogspot.com
@NicmerEvans
El filósofo griego Teofrasto
retrata a un cínico, antes de Cristo, de la siguiente manera:
“Es un hombre que
maldice y tiene una reputación deplorable. Es sucio, bebe y nunca está en
ayunas. Cuando puede hacerlo, estafa y golpea a quienes descubren el engaño
antes de que puedan denunciarlo. Ninguna actividad le repugna: será patrón de
una taberna y, si es necesario, encargado de un burdel, pregonero e incluso, si
se quiere, recaudador de impuestos. Ladrón, habituado a las comisarías y a los
guardias civiles, a menudo se lo encuentran locuaz, en la plaza pública, a
menos que se convierta en abogado de todas las causas, aunque sean las más
indefendibles. Prestamista con fianza, tiene además la soberbia de un famoso y
no cuesta mucho imaginarlo. Para completar el cuadro, no olvidemos que el
cínico deja, sin sentir vergüenza, que su madre se muera de hambre… ”
Esto ha pasado en general en
la política moderna, y aún más en la política venezolana, en la IV y en V
república. Hoy tanto la cúpula del gobierno como la de oposición practican el
cinismo sin ningún disimulo, mienten, engañan, dicen que Ledezma fue apresado
con esposas puestas y golpes, o afirman que la muerte del estudiante del Táchira
es culpa del imperio, ninguno reconoce errores, y atribuyen todo lo malo al
otro, generando hastío en la mayoría de la población venezolana que busca con
desesperación opciones políticas sinceras.
La democracia participativa,
la organización y articulación popular, la crítica propositiva, y la revolución
permanente son el antídoto ante el cinismo político cupular.
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